18 feb 2010

¡Reverendos animales! Hurgando en mi casilla de correo, me he encontrado con un mail más de esos que se envían "porque pensé en tí (y me fue más simple apretar un botón que escribir unas líneas verdaderas)"; típico mensaje con frases que buscan enseñarme a ser mejor persona, aunque de seguir el consejo, lograrían todo lo contrario: convertirme en un imbécil. Dice algo así:

"Hay un punto en tu vida, en el que te das cuenta quién importa, quién nunca importó, quién no importa más, y quién siempre importará. De modo que no te preocupes por la gente de tu pasado, hay una razón por la que no estarán en tu futuro."

Es alarmante el grado de estupidez evasiva al que podemos llegar los seres humanos. Realmente. "Oh, qué gran verdad para tener en cuenta, cuánta sabiduría", pensará la persona acostumbrada a abrazarse de la primer porquería que le ponen bajo las narices, sin el más mínimo atisbo de cuestionamiento. Porque todo importa; todo hace a lo que soy, todo me completa hasta hoy, inclusive mis más amargos errores; y restarle importancia a ello, sentarme a dejar "ser" a todo esto, no es otra cosa que falta de compromiso. Así me lo dictan en estas frases ambiguas, así ordenan que me vuelva un Pilatos, que pase de todo y mire adelante, ya que supuestamente existe una especie de destino, impulso universal o razón mayor que se encarga de hilvanar el bordado de mi vida, dictaminando qué o quiénes importan, ayer, hoy y mañana.

Y no es así, porque Yo soy responsable de todo; Yo soy la razón por la que he dejado gente en el pasado, y Yo seré responsable de que esa gente no esté en mi futuro. No me vengan a embaucar con "destinos" y "razones mayores", responsables éstos de que alguien, uno o varios, hayan quedado atrás. Porque así como han quedado en el camino, así como los he dejado atrás en pos de "crecer" y "mejorar", puedo haberme equivocado al tomar tal o cual decisión, y el precio a pagar termina siendo peligroso. Tanto para mi integridad como persona, como para mi entorno. Y si estoy equivocado, Yo tengo el deber moral de resarcir mi error, y la oportunidad de hacerlo se encuentra al alcance de mi mano, no del destino. El destino es una patraña. Por culpa del mismo, de la creencia en el mismo, se arruinan historias, se olvidan puertas abiertas, se vive en la equivocación. "Si tiene que ser, será", dicen también por ahí; una de las grandes estupideces a las que nos aferramos para escapar de toda responsabilidad ante las cosas que nos pasan y dejarlas en la nada, cuando requieren a gritos una acción clara y concisa de nuestra parte. Otra gran forma de pasar de todo sin culpa, ya que "Por algo es".

"No te preocupes por la gente de tu pasado, hay una razón por la que no estarán en tu futuro." Claro que hay una razón, esa razón soy Yo, esa razón son los Demás, esa razón somos Nosotros, y en Nosotros está la clave. Seguir el dictamen de este tipo de frases orgullosas y esquivas es una de las tantas cosas que tienen al mundo como está hoy en día, hundido en la individualidad, en un aquelarre de escapismo. No dejemos las cosas en manos del "destino"; pongamos en juego lo que hace falta, humanidad, dobleguemos ese orgullo putrefacto, demos el brazo a torcer, reconozcamos nuestros errores. Pero con eso no basta. Luego de esto, hay que ponerse en acción; allí es donde verdaderamente demostraremos nuestro valor. El valor de responsabilizarnos ante los acontecimientos. El valor de poder recomponer las cosas que requieren nuestro esfuerzo. El valor de no dejar atrás porque simplemente quedó atrás. El destino lo hacemos nosotros.

0 comentarios: